Junio de 1986
Esta fue la primera declaración formal, por así decirlo, que le escribí al Señor el día en que me bauticé con el bautismo del arrepentimiento, y de aceptar al Señor como mi único Salvador.
Amigo, amigo mío,
Padre, Señor, dueño mío,
todo lo eres para mí,
todo es tuyo, nada soy,
al fin puedo ser feliz.
Ya llegó la hora aquella
que mi corazón ansiaba,
las palabras se me cortan,
siento, que no peso nada.
Me has liberado, amor mío,
todas mis cargas llevaste
y me has dejado tan libre
que solo deseo amarte.
La constante de mi vida
siempre ha sido el encontrarte,
cuántas espinas Señor,
hasta que me liberaste.
Y yo adivinando la gloria
de tenerte como amante,
Padre, ya puedo morir tranquila,
ya no tengo miedo a nada,
solo quiero estar contigo
donde quiera que tú vayas.
Guíame, usa de mí a placer,
no sabes con qué alegría
te quiero yo obedecer.
Nada tengo, nada soy,
todo para ti Señor,
quiero estar siempre contigo
gozando el primer amor.
Gracias por nacer de nuevo,
gracias por tanta bondad,
y gracias por qué en este día
yo te quiero perpetuar.
0 comentarios