Mi cansado corazón

Abril de 1973

Voy a intentar explicaros
a través de poesías
lo que siente mi corazón
sin reglas ni cortesías.

Mujer cansada yo soy,
con un gran amor a Dios,
quiero mucho a mi marido,
con todo mi corazón,
y, sin embargo, él me ignora
y yo muero de dolor.

Sé que con otra me engaña,
se hizo muy amiga mía,
y con mentiras y engaños
a mí me tenía contenta,
mientras por detrás me robaba
a mí más querida prenda.

Esto hace ya algún tiempo,
y tanto me acostumbré
a padecer y a sufrir,
que hoy en día ya no siento
tantas ganas de morir.

Cómo sentía en otro tiempo
que mi salud amenazaba
con dejarme ya por muerta
y a mis hijos en la estacada.

Tanto y tanto le he pedido
a Dios por mi salvación,
por un pequeño consuelo
que calme a mi corazón.

De esta yaga tan terrible
que a despertarme llega
por no encontrar un camino
puro como yo quisiera.

Que no me llegue a apartar
de honradez y valentía,
que son dones que necesito
para luchar cada día,
y al caminar verlo todo
con bondad y con alegría.

Que al fin el Señor me ha oído
y por siempre me hizo ver,
que la música es mi meta,
aquí sí que no hay confines
para expresar lo que siento
y en ella derramaré
hasta mi último aliento.

Mis hijos me quieren mucho,
ellos comprenden mi pena,
y aunque pequeños procuran,
con regalitos y mimos
que no me dé mucha cuenta.

Hay también otras personas
que me quieren con ternura,
y a ellos también me entrego
con verdadera dulzura.

Porque Dios que me hizo así,
que quiso hacerme de amor
y sabe las toneladas
que puso en mi corazón,
me da el consuelo de amar
todo cuanto ven mis ojos,
desde la humilde avecilla
hasta el más pálido sol.

Por eso mil gracias doy
al Dios de todo mi amor,
que la par que permitió la llaga,
también me dio la medicina
para poder levantar
lo que casi eran ruinas.

Y pienso, y pienso y bendigo
a mi padre y mi Señor
porque en medio de tanta pena,
muy feliz me siento yo,
aunque no pueda evitar
esa pena y ese dolor
de sentirme mal querida
por el dueño de mi amor.

Por eso sigo suplicando
que me ayudes cada día
para que nunca decaiga
mi honradez y valentía.

Y si algún día Señor
mi marido vuelve a amarme,
por favor yo te suplico
que nunca vuelva a engañarme.

Y con esto de lanzar
un tanto mi pena el viento,
siento una gran alegría
y más débil mi tormento.

Ha sido una buena idea
a modo de poesía
tratar de contar mis penas
sin reglas ni cortesías.

Categories: Poesías

0 Comments

Leave a Reply

Avatar placeholder

Your email address will not be published. Required fields are marked *