El comprador de coches

Escrito por Jose Mª Almarza Cano, pastor de la Iglesia Cristiana Internacional del Puerto de Santa María de Cádiz y amigo de Esperanza, que vivió con ella algunas semanas en su piso de Madrid.

Recuerdo el día en el que un hombre andaba por la calle tratando de comprar coches de segunda mano. Esperanza y yo estábamos entrando a la casa en ese momento, y ella le invitó a que entrara a casa para hablar más del tema. El hombre se quedó un poco perplejo por la invitación. Aún más perplejo se quedó cuando Esperanza le invitó a unos pasteles de Almuñécar y yo a un poco de queso manchego. No recuerdo si hablamos mucho de coches de segunda mano, pero lo que recuerdo bien es que, una vez que el hombre ya se había ido, Esperanza exclamó: «¡Pero qué inocentes somos los cristianos! Sin conocer a este hombre le hemos dejado entrar a la casa y le hemos abierto nuestros corazones». Así era Esperanza. Y así se supone que debemos ser los cristianos: «inocentes como palomas, pero astutos como serpientes».

Destaco de ella su amabilidad, respeto y alegría desbordante. Nos reímos mucho juntos y también siempre se mostró muy abierta y espontánea para compartir sus problemas y escuchar y orar por los míos. También destaco su amor por Dios y su compromiso con Él.

El tercer hijo

Escrito por José Antonio Rivero Fernández.

Y así fue… Conocí a Lourdes y me abrió la puerta de su casa y la de su alma, yo era amigo de sus hijos y eso era más sagrado para ella que sus pinceles, fueron muchas, incontables las ocasiones en las que por una razón u otra ella me ofreció su mesa. Hacía rico de comer.

Me quería mucho y yo a ella, en aquellos momentos, nuestro paso de niños a jóvenes, yo necesitaba estar cerca de mis amigos porque ellos eran mi bastión, mi lugar de protección y ella supo leer ese mensaje con nitidez. Compartí con la familia momentos maravillosos y también momentos difíciles y siempre la observé atacar a las dificultades con templanza y seguridad en ella misma. Sabía hacerte llegar el mensaje de la complicidad respetando tu juventud y tu pertenencia a otra familia.

Era locuaz y sincera. Siempre la tengo presente. Gracias Lourdes.

Mi madre

Escrito por su hijo Jesús.

Mi madre era una mujer fuerte y religiosa. Dedicada a su familia y a Dios. Siempre dispuesta a dar consejos y a ayudar. Valiente, creativa, cariñosa, sentimental, de lágrima fácil y con muy buen humor. Siempre con una sonrisa y ganas de jugar. Invencible ante la vida y luchadora por sus hijos. 

Admiro su capacidad creativa de pintar y escribir. Y también de sobreponerse a la adversidad. Gran cocinera, en eso no nos parecemos. Me acuerdo de ella todos los días. La echo mucho de menos. Tengo claro que es la única persona que daría su vida por la mía. Gracias por cuidarme y defenderme. 

El autobús

Escrito por Javier Blanco-Arjibay Peña, amigo de sus hijos.

Lourdes, o Esperanza, para mí, fue una persona muy querida, cercana, muy cariñosa, siempre con la sonrisa en la cara, intentando ayudar en todo momento, uniendo a su familia y a toda la gente que os rodeaba.

Siempre me acuerdo, …  y eso que éramos muy pequeños, el día que os conocí bajando en autobús del conservatorio. La recuerdo dando a la gente cariño, esperanza, dedicarles una sonrisa y su preocupación por todo el mundo.

Esperanza me cambió la vida

Escrito por su nuera Adriana.

Esperanza me cambió la vida. Conocí a Esperanza un domingo que vino a visitar mi iglesia. En aquella época yo me sentía muy triste por estar sola y no haber encontrado todavía una pareja después de varios años. Después del culto, Esperanza se me acercó y se presentó. Me dijo que tenía un hijo, que estaba muy triste porque estaba sólo, me contó que él vivía en el sur en un pequeño pueblo que se llamaba Almuñécar y que sería lindo si yo le pudiera escribir un email, a lo cual yo le dije a ella, que yo nunca escribía a personas que no conocía, pero con su forma de ser insistente y convincente, consiguió en poco rato animarme a escribirle al que algún día iba a ser mi futuro marido.

Esperanza era tan transparente y cariñosa y hablaba con tanta pasión de su hijo que no solo accedí a escribirle, sino que intercambiamos los teléfonos y una semana después me invitó a su casa. Allí, rodeada de sus cuadros y un olor intenso a sus pinturas, me habló de ella, pero sobre todo de su hijo Rafael, del que me mostró muchas fotos y me contó muchas historias.

A partir de ese momento surgió una gran amistad entre nosotras, salíamos juntas a visitar museos, al cine, de tiendas, a comer, y hablamos de muchas cosas. Esperanza me hacía sentir querida, escuchada, comprendida, y me consolaba mucho en mi soledad.

Yo había llegado a Madrid unos tres años atrás y había hecho algunos amigos, pero con un pasado algo tortuoso en el amor como el mío, aún no había encontrado una pareja. Esperanza me confortaba y animaba continuamente en ese sentido. Además, con ella no paraba de reírme, era muy simpática, y le gustaba mucho hacer bromas.

Por fin, un año después, su hijo se dignó a invitarme para visitarle en Almuñécar. Durante el viaje me robaron la maleta, por lo que al llegar al pueblo no tenía nada más que lo puesto. Esperanza se ocupó de lavar mi ropa todos los días para que estuviera siempre limpia y planchada, si bien yo no se lo había pedido.

Cuando conocí a su hijo tuve la misma sensación que con su madre, la de una persona cercana, cariñosa, abierta y simpática. Era como si nos conociéramos de toda la vida, pasamos unos días muy bonitos y divertidos los tres. Un año después nos casamos, más tarde tuvimos dos hijos maravillosos, y después de casi veinte años de casados seguimos enamorados como el primer día.

La vuelta a Madrid de aquel primer viaje con Esperanza, la pasamos cantando coritos todo el camino.

De estar sola en Madrid pasé a tener la familia que tanto anhelaba y con la que había soñado muchos años. Gracias, mamá.

La pata de jamón

Escrito por su nieto Cristian

La abuelita Esperanza era una persona con una personalidad muy variada. Era muy cariñosa y siempre intentaba ayudar a todos a su alrededor. Un ejemplo es una vez que vino a vernos a Alemania y nos trajo una pata de cerdo enorme. Otra vez, nos fuimos juntos de vacaciones a Galicia, y cuando pasamos por la casa de Esperanza para recogerla, nos estaba esperando con otro jamón enorme, para que pudiéramos comer bocadillos de jamón todos los días. En realidad, nos regalaba un jamón cada vez que la visitábamos. Ella sabía que en Alemania echábamos mucho de menos el jamón serrano.

También creaba muchos buenos recuerdos con las personas que pasaban tiempo con ella. Yo recuerdo cuando éramos más pequeños, cada vez que la visitamos, nos acostamos en su cama, la abuela, mi hermana y yo, donde no había suficiente espacio para todos, lo que significaba que nos teníamos que apretar para poder caber. Después de ese lío nos contaba historias y cuentos, algunas de la Biblia y otras de sus propias experiencias.

Otro talento que ella dominaba era el hacer bocadillos de jamón buenísimos y enormes que nos hacía cuando llegábamos a su casa. Aunque tenía algunos defectos, era una persona que quería a todos sus amigos, su familia y su Biblia. Aunque estaba muy sola y sufrió mucho en su vida, siempre mantuvo su visión positiva hacia todos los aspectos de la vida, también cuando esos no siempre eran buenos.

 Te echo mucho de menos, abuelita.

El músico

Escrito por su amigo Gabriel

Fue un encuentro espectacular con Lourdes González, llamada después Esperanza. Yo era muy joven y estaba en un examen de música en el Real Conservatorio de Música de Madrid, alguien estaba al cuidado de los alumnos y de pronto se dirigió a mí, «¡ten ánimo, tienes que hacerlo bien y tú puedes!» Esto me impactó sobremanera, que alguien se preocupe por mi examen a punto de hacerlo y ahí me cautivó.

Dejé de sentirme sólo y hasta que mi querida amiga se marchó con el Señor, ya NUNCA me sentí sólo, cuando salí del examen, que había tenido éxito, le di un abrazo de 15 segundos, que es mucho tiempo, para una persona que acababa de conocer. A partir de ahí empezó una relación maravillosa hasta el punto que para mí era como mi segunda madre, pero literalmente como lo digo.

Desarrollé tanta confianza y amor por Esperanza que para mí fue un bastón en una vida que está llena de desafíos, pues ella daba todo su amor y sabiduría sin medida. Era una persona muy muy especial, un ser humano cálido, con mucha empatía, estuvo conmigo en los peores momentos de mi vida, dándome consejos, orando por mí, y ayudándome en todo lo que ella podía, espiritualmente y humanamente.

Esto es un resumen corto de mi experiencia con esta gran mujer y ser humano irrepetible.