Mis penas al viento
Enero de 1972
No sé si poesía es
lanzar mis penas al viento,
pero es lo que sé hacer,
pues de alegrías poco sé,
y así acallo mi tormento.
Como los poetas quisiera
hablar de cristalinas aguas,
de arroyos qué suaves pasan,
de flores, de primaveras,
de ilusionados futuros
que hasta embriagarme llegan.
Pero mi pobre alma dolida,
tan débil y cansada está,
que aunque quisiera admirar
todas estas maravillas,
tan prohibidas le están,
que ha llegado hasta pensar
que premio es de la otra vida.
Si alguna vez soy feliz
y mi alma se halla plena,
prometo escribir con gozo
tanto cuando se piense y sienta,
pues algo sublime ha de ser
escribir en poesías
gozos, amores, aventuras,
experiencias ya vividas
de amor, amor compensado
los dos en la misma medida.
Ay Señor, y que no me muera,
que no llegue la hora mía
sin haber podido hallar
felicidad prometida,
dame tiempo aunque sea poco,
y contar las maravillas
que se deben de sentir
cuando un alma tan dolida
al fin encuentra la paz
y no en la otra,
sino en esta vida.
Después, Señor, haz lo que quieras,
ya no pongo resistencia,
acógeme entre tus brazos
y llévame donde quieras,
y no es menosprecio a tu dicha,
pues sé que es la verdadera,
mas ya que humana me hiciste,
déjame sentir dichosa,
aunque solo sea en quimeras,
y es que la sola ilusión
de hacerme ver primaveras
como siempre las soñé
como narran los poetas.
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